Mi vida ha sido un ir y venir continuo, el caer y levantarse, dar pasos con tumbos, accidentes, mala suerte y siempre sueños e ilusiones de llegar alto... más alto cada vez.

Me dediqué un tiempo a retroalimentarme, le hacía el amor mil veces al día a la informática y me gustaba crear y ser parte de algo, y llenar mis vacíos emocionales con logros, quizá no me inmortalicé, pero si estoy orgulloso de todo cuanto he conseguido, puse todo mi empeño, toda mi fe intentando poner en forma perfecta mis sueños...

Confundí la mayor parte de mi vida la amistad con compañía, era tal mi afán de contar con un verdadero amigo que no encontré ninguno real en mi camino, no donde lo buscaba, mi verdadero amigo era yo mismo y ni siquiera me notaba, confundí amor, ilusión y necesidad de cariño y ternura continuamente, y lo entregué todo y quería volar y atar las nubes con viento hasta que me mutilé las alas y caí en picada y me sumí en un abismo de desesperación, soledad y amargura total.

Por alguna extraña razón, sin esfuerzo alguno, sin pensarlo, sin desearlo siquiera, negándome totalmente a las novedades de emociones, empecé a bailar sin dolor, las lágrimas dejaron de caer por mis mejillas y llego el dulce adagio de la esperanza sin siquiera darme cuenta, me mostró todo lo que puedo ser y me negaba a creer, me dio fuerza, una fuerza que yo me creía incapaz de tener, me enseño que valgo por lo que soy y no por lo que doy, me enseño que mi corazón es invaluable, simplemente me hizo ver que vivía equivocado…